“Tengo 27 años. Nací en Granada. Mi padre es español. Mi madre es mexicana. Estudié en Londres. Trabajo y vivo en Hungría. Y soy gitana”, cuenta Ostalinda Maya, “en caló, el idioma de los gitanos españoles, mi nombre significa ‘María’”.
Los romaníes, que nunca formaron un grupo homogéneo, han sido llamados de muy diversas formas en Europa. “Gitanos” es una de ellas. A la parte oriental del continente llegaron entre el siglo IX y el XII, a la occidental en el XV. El misterio en torno a su origen los rodeó desde el principio de mitos y confusiones. A veces se creyó que eran judíos, otras que procedían de Egipto. La verdad es que los romaníes venían huyendo de repetidas invasiones desde la India.
Hoy, en Europa viven de 10 a 12 millones de gitanos: más que en ninguna otra parte del mundo. La romaní es la mayor minoría étnica del Viejo Continente, y el grupo más marginado y vulnerable.
“Yo nunca me he sentido discriminada”, dice Ostalinda, “en España era mexicana, en México española y en Hungría la gente me considera extranjera”. Aún así, la antropóloga está convencida de que la exclusión de los gitanos “sigue estando muy latente”; a diario tiene la oportunidad de comprobarlo desde su puesto de trabajo, el Centro Europeo para los Derechos de los Romaníes, con sede en Budapest.
“Desde 2008, en Hungría se han producido 45 ataques violentos contra gitanos, nueve acabaron en asesinato. En la República Checa hemos contado al menos siete agresiones- una de ellas le ocasionó a una niña gitana quemaduras en el 80% de su cuerpo. Han habido ataques en Italia, en Eslovaquia, en Irlanda, en Turquía… y esto no es una lista exhaustiva: son sólo los casos que nos llegan a nosotros”, recopila.
Una niña gitana en un barrio marginal de Grecia. Su futuro pasa por la educación. (Petros Karadjias/ AP)
Aparte de la violencia directa está el rechazo. “Aquí, yo he vivido como a compañeros les han negado la entrada a sitios por ser gitanos”, dice Ostalinda. En Europa del este, la situación de las minorías es aún más trágica que en los países de la otra mitad del continente. Sobre todo en los Balcanes muchos gitanos subsisten hacinados y olvidados en campos de refugiados. “Pero en general la gente vive aquí peor que en España o en Suecia”, puntualiza Ostalinda, “no se puede comparar”.
Que la estigmatización de los gitanos es una lacra extendida por todo el continente queda patente cuando los investigadores confiesan no poder dar cifras concretas del número de romaníes que hay en Europa porque muchos de ellos ocultan sus orígenes. “En Suecia, algunos niños gitanos que prefieren contarles a sus compañeros de clase que son turcos o españoles”, explica Fred Taikon, de la organización sueca Romani Glinda, “y hay gitanos que se cambian el apellido por otro que suene más a sueco”.
Un apellido evidentemente gitano puede significar no obtener un empleo. En España, la mayoría porta nombres convencionales y muchas veces tampoco el aspecto los delata. “Mientras nadie se dé cuenta de que eres gitano, no hay ningún problema”, dice Isidro Rodríguez, director de la Fundación Secretariado Gitano, “pero si en el currículum pones que lo eres, tus opciones son escasas. Enseguida piensan que van a tener problemas contigo, o que a la primera de cambio te vas a presentar allí con toda tu familia…”
España es el país de Europa occidental que concentra la mayor comunidad gitana: en algún lugar entre los 650.000 y los 900.000 se considera que debe encontrarse la cifra de gitanos residentes en el país. “La mayoría son personas completamente normales, que viven en casas- quizás en barrios obreros, pero en casas-, tienen su trabajo y se comportan como todo el mundo”, describe Isidro. Según el director, sólo un tercio de las familias gitanas habita en condiciones socioeconómicas realmente marginales. Y, sin embargo, son esos los únicos gitanos que la población percibe como tales.
“Gran parte de la culpa la tienen los medios de comunicación”, asegura Isidro, “sólo se menciona a los gitanos en relación con situaciones problemáticas y hay programas de televisión que un día sí y otro también te presentan a personajes peculiares, que son gitanos y existen realmente, pero que no son representativos”.
Aún así, los informes dejan entrever que el porcentaje de romaníes que en Europa subsiste en condiciones de pobreza debe ser significativo, aunque el dato no se conozca con exactitud. Algunos indicadores, como una menor esperanza de vida o una cuota de desempleo entre la población gitana que varía del 45 al 70%, y llega a alcanzar en ciertos países el 100%, hablan por sí solos. En esto, la educación juega un rol fundamental. Sin formación no hay futuro, tampoco para el pueblo gitano.
“Y aquí todos tenemos una responsabilidad. Las familias gitanas, por supuesto, pero también la administración, las escuelas, los maestros… y la sociedad en su conjunto. Hay que entender que muchas de estas familias estuvieron durante años excluidas del sistema educativo. Los niños crecen sin un ambiente que propicie el estudio. En sus casas no hay libros. Sus padres son analfabetos. En España, el 70% de los gitanos mayores de 16 años no ha terminado la escuela primaria”, dice Isidro, y hoy por hoy la mayoría de los niños calé no llega a la secundaria.
También Fred Taikon coincide en incidir en que la tarea es de todos. “Algunos padres de niños gitanos, aquí en Suecia, y me parece que en España sucede lo mismo, no valoran demasiado el hecho de que sus hijos vayan a la escuela. A nosotros nos cuesta explicarles las ventajas de la formación cuando los chicos que terminan el colegio no encuentran trabajo por ser gitanos”, lamenta, “los gitanos no son los únicos que tienen que cambiar de mentalidad”.
Una mujer gitana ejerce su derecho al voto en Rumania (Vadim Ghirda/ AP)
“A ver… déjame pensar… no, creo que no hay ninguna situación en la que me haya dado vergüenza decir que soy gitana”. Ostalinda es sin lugar a dudas una excepción: mujer, licenciada y orgullosa de sus raíces.
Sin embargo, las cosas están cambiando. Los romaníes han empezado a organizarse, a participar en política, a tratar de conservar su lengua y estudiar su historia, y a concienciar a otros gitanos de la importancia de que los pequeños no dejen el colegio. Y también aumenta la atención que las instituciones comunitarias le prestan a esta minoría, la más grande del continente.
“Hace unos años, en Turquía, por ejemplo, sólo había dos organizaciones gitanas. Ahora son más de veinte. Eso es porque los gitanos están rompiendo su silencio, están saliendo a la calle y reconociendo abiertamente lo que son”, constata Fred. Parece que cada vez hay más Ostalindas.
Ostalinda Maya sobre el pueblo gitano:
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Isidro Rodríguez, algo se mueve en Europa:
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